¿Alguna vez has sentido el estruendo del rato bajo el párpado?
¿O has querido teñir el lamento de tabaco y arena?
¿Acaso has intentado convertir las necedades en milagros?
Yo sí.
Una vez, y no más.
Un llanto sin dolor,
una pena sin lágrima.
Nunca dos.
Es una coraza,
es un año sin vida,
y un lavabo
con la puerta entreabierta.
Ni una piel nueva...
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