Fue una noche extraña, a pesar de comenzar con la llamada ya habitual. Se quería levantar, y necesitaba ayuda para ello, decía que se asfixiaba. Después de levantarla, la llevé al sillón de la sala de estar, no sin remilgos por parte de los dos. Fue una noche extraña.
Mi insomnio me ayudó, desde unas horas pasada la madrugada, mantenerla despierta, y así almenos, cambiarle el sueño de modo que él pudiera dormir durante más tiempo por las noches. Hice el bien haciendo el mal. Una y otra vez la llamé para sacarla de sus ensoñaciones. Maldito yo, tal vez soñara con una vida fuera de su cuerpo y la pesadez que le hacía arrastrar.
Una vez llegada la mañana, y con el canto del gallo, siempre encaramado a la segunda rama más alta del árbol de la entrada, me fui a la cama. Me perdí las últimas horas. Una vez entrada la mañana.
Ella lo pidió no hacía mucho tiempo, no era el único que sufrió todo el tiempo. Me despertaron las quejas de uno y de otra, mientras él la cambiaba y ella perdía un poco más de su popo honor. Fui egoista. No quería desperdiciar el poco tiempo de sueño que podría tener en los próximos días. Pero al final decidí levantarme y dar algo de apoyo, al fin y al cabo era por eso que tanto tiempo hacía que no salía.
Salí de la habitación y junto con mi padre, le pusimos el pañal. Fue difícil. Por más grande que pudiera ser, no terminaba de quedarle bien. Se dio la vuelta para sentarse en el sillón, agarrada de mi mano, y sin saberlo, justo antes de tocar el sillón y después de que doblara las rodillas, se fue. Un brazo lo agarraba mi padre mientras yo me asía del otro. Ella lo pidió no hacía mucho tiempo, no era el único que sufrió todo el tiempo.
Eran las tres y media, cuando pensé se dejó caer para descansar el cuerpo, que mi padre se fue a terminar el almuerzo. Sopeao. Yo entré en el baño y al salir la vi. La llamé, quería volver a despertarla y decirle que hoy SÍ tenía que comer. Parecía estar dormida, pero no.
Ni siquiera sé como contarlo. Es una manera.
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