de la tristeza parte de la soledad.
Fuiste tú quién encontró
de entre la oscuridad un resquicio de placer terrenal.
Fuiste tú quién decidió
que la luna sería mía aquel atardecer.
Y a cambio de todo.
Fueron desastres acaecidos
en noches desplicentes,
fueron sombras banquecinas
derás de bocanadas de humo,
fueron horas intempestivas
repletas de humillaciones.
Quienes, entre otras, sucumbieron
a la otra cara de la moneda.
Y por que de entre todas
las cosas,
me sigo preguntando
lo mismo.
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