Que tengo escondidos los rencores de cada madrugá,
y que en mis momentos de alta tristeza
es mi nauseabunda felicidad altanera
como el gato al ignorar.
Que por más que me enredo en las felices noches de lloros sinceros
no veo el momento de la lucha burlesca deba acaecer
como la sonrisa al pensar en la comisura que hace enloquecer.
La guitarra desafinada y de sólo una abandonada cuerda,
que los besos no curan y hacen pensar el la desdicha del ajeno que te hace subir como levadura.
Como la hinchada y vieja silla
la altura del abandono incierto y encerrado del tiempo es,
de ese instante maravillado de distancia y adorno sutilmente autofragelante
y que no me permite esconderme en mi soledad.
'En el mar de mi alma en deshielo'
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