Aunque las las maldiciones,
se pueden romper...
se pueden romper...
de soledad y decisiones asesinas,
se acaba mi tiempo para despertar
de la pesadilla sobre el rio de piedra
y la llamada iressistible del no saber de mi.
Fue mi propia decisión,
saber que el tiempo se agota
y se hunde como nave a la deriva.
Como entre las dulces sábanas
del sueño oscuro que no soporto soñar.
Como tu luz despertando mis bajos instintos,
sin dejarme respirar ni dar marcha atrás,
volver al templo que me dio vida
y al que devuelvo sufrimiento.
Tal como un caso crónico de maldición.