Sentado en una esquina,
en el tejado del rascacielos
más pequeño de la ciudad.
Cuando la brisa acerca el recuerdo,
de un último vistazo,
de un olor añorado
y un ínfimo roce deseado.
Contándole al viento
los motivos del desvelo,
sin lágrimas que limpiar
y un alma dispuesto a entregar.
Hasta que la madrugada
deje de encender la última bombilla
y la primera gota de rocío aparezca,
eterna será la espera.
Cuando la brisa acerca el recuerdo,
de un último vistazo,
de un olor añorado
y un ínfimo roce deseado.
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