Atado al dolor
que amarra la fe
es seguir en esta incerteza.
No podrás perder la cabeza,
y tendrás que rogar del oro
el valor de volar hasta el sol.
Debe ser que gusta amargo,
el sabor de un triste verano
la ventana abierta y el viento silbando,
el pie equivocado y el precipicio sobre la faz.