serenidad, quietud, asentimiento y deslealtad marchitando la fe
que cada silencio gritado en la quietud de mi cenicero de cenizas repleto
rompen a golpe de fuego en el yunque astillado de mi parsimonia.
En los viejos sueños de conciertos,
las peticiones idas de inocencia
de una helada alma.
parecen las angustias evaporarse
del tiempo no estrellado
en kilómetros inexplorados de la calma.
La tenacidad se esconde en la pasividad de mis ojos
donde la armonía se pierde en el galimatías menos sincero
de la más abstracta y obtusa noche aquella ya lejana.
Perdida la sentencia mojada
la lluvia vuelve a caer
olvidando los tropiezos,
las cadenas y el abril
más alejado de mayo
al recuerdo culpable condenado
que seca las arrugas accidentalmente ajenas.
"Lo que nunca acaba, está sentenciado a aburrir"