No es parte del asesino,
la cuestión es el parar,
controlar el instinto
que arranca la guerra.
La fresa resbalando
en la hora de afrontar,
la acidez pidiendo a gritos
el dolor dulce al dormir.
Poder divisar la piel,
sesgar la visión del consciente
apoderándose de la mentira
y hacerla final miel.
Dejar al animal correr libre,
satisfacer la necesidad de escuchar
morder el odio entre los pies
y succionar la sangre irritada
entre temblores y estertores.
Que salga el sol ocultando
los terrores de la noche,
volverá la luna a brillar
iluminando la vida desnuda.
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